ABEL QUEZADA RUEDA

Presente en claro

23 mayo - 18 julio 2019

Cuando huye la imagen

En alguna anterior etapa, los cuadros de Abel Quezada Rueda en-cuadraban a otras imágenes, digamos cuadros, unos cuadros-borde en definitiva; un parergon que no era sólo ese ornamento añadido, según su significado más inmediato, sino una cerca o borde, que encierra o delimita lo que contiene: encuentros cotidianos entre objetos familiares (¿heimlich?), digamos domésticos, y simulacros de reconocidas obras, (Degas, De Chirico, Cézanne, Mondrian, Malevich....), que ahora son obradas por un diálogo im-posible en la apertura paradójica de un recinto que extiende su sentido de auto-protección hacia el juego invisible de un interior que es exterior, de un límite que limita, de-limitando lo que no deja de ser un horizonte de infinitud de sentido. Si ver es un tener a distancia ,aquí la distancia se duplica, y quizás por ello Abel Quezada Rueda se fotografió mirando aquellos cuadros: para indicarnos la distancia.  

Sin embargo la imagen no ha tenido una inclusión cómoda en el arte contemporáneo. La pintura moderna se ha debatido entre la línea y el color, en cuanto que la línea, como contorno supuesto de la figuración de las cosas, llegó a significar una forma prosaica de la representación, en detrimento del color, que quedaría reducido a simple atributo de la figura. Quizás un juicio apresurado, ya que, por un lado, para Klee, (y desde siempre para la auténtica pintura),  la línea se "hace visible", ya no se adecua a lo visible, deambula por el espacio, y de esa manera se libera de lo que sería una representación elemental. Por otro, el color cobra su auténtica dimensión, la que le concede una condición material, la naturaleza de un ser-color. 

En la obra actual de Abel Quezada Rueda, la imagen ha huido, ¿definitivamente?, y quedan los bordes, otra manera del ser-línea, y el color, ya no encuadrado, sino que él mismo en-cuadra. Un código impasible que desglosa la materialidad de cada elemento, incluso cuando los elementos de la composición niegan la abstracción del plano pictórico. Como si la profundidad buscada por Cézanne hubiera deflagrado al aproximarse a la diferenciación clásica, (tan inconsistente hoy), de la escultura; incluso cuando la composición se des-construye para abrazar a la esquina del espacio que la acoge.

¿Un código molar? Recordemos que Deleuze distinguía entre lo que moldea, (lo molar), que tiende a un código que estratifica, y lo molecular, que abre el código hacia los flujos. Veamos ahora, con una distancia atenta la función que desempeñan esos elementos-línea de color negro que bordean, o interrumpen, la estabilidad de la com-posición, en ellos se expresa lo inquietante de un código des-estabilizado que no renuncia a la resonancia de la vida.

Abril de 2019.

Juan Miguel Hernández León

 

Abel Quezada Rueda (Ciudad de México, 1952). Estudió diseño editorial en el London College of Printing, en Londres. Director artístico de la Revista Vuelta, dirigida por Octavio Paz, en el primer año de su circulación. Colaboró como diseñador en distintas empresas editoriales hasta 1981. A partir de entonces se dedica a la pintura. Expone regularmente en la Galería de Arte Mexicano y ha participado en múltiples exposiciones individuales y colectivas en Estados Unidos, Canadá y Europa. Es socio y miembro del Consejo de Administración de la Revista Artes de México desde 1993. En 2002 y 2003 se desempeño como Consejero para Asuntos Culturales y Educativos en la Embajada de México en Ottawa, Canadá. Actualmente reside en Madrid.